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Muchas ciudades del mundo destacan por sus “mases” con la intención de ser grandiosas hasta casi parecer inaccesibles: el edificio más alto, el estadio con mayor capacidad, la estatua más grande, el museo más extenso… hitos que nos abruman y nos epatan, que nos hacen sentir pequeños. Sin embargo, y afortunadamente, hay otras ciudades en las que esos “mases” son más hogareños, más acogedores, nos hacen la vida más fácil y nos convierten en unos ciudadanos más. Una de esas ciudades es Quito.

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Por ejemplo, ¿sabéis que Quito tiene la temperatura más agradable del mundo? Tiene una media de 20ºC durante el año, lo que le ha valido el apodo de “ciudad de la eterna primavera”.

Basílica del Voto Nacional

Esta temperatura invita a pasear… ¿y por qué no hacerlo por el centro histórico mejor conservado de América? No lo decimos nosotros, lo dice la UNESCO. Además, para reforzar esta idea de grandiosidad acogedora, debemos deciros que encontraréis bajas casas multicolores, anchas y sombreadas calles, refrescantes y coquetos jardines… el único edificio que desafía al cielo es la neogótica Basílica del Voto Nacional; y lo hace con humildad, con apenas 115 metros.

Quito es la segunda ciudad más poblada de Ecuador, con 2.671.191 habitantes. Pensad que otras ciudades como México D.F. o Bogotá tienen más de 8 millones. Así que encontraréis el dinamismo de una gran capital sin las aglomeraciones de una megalópolis.

Pero Quito tiene ese sabor de las grandes ciudades, especialmente por la noche. Es una ciudad fiestera, llena de lugares donde pasarlo bien, de divertido alboroto, de una gran diversidad en la que encontraremos locales especializados en ritmos latinos junto a lugares donde el rock es religión, restaurantes que van de lo ecuatoriano tradicional a la cocina de Mongolia… un crisol que filtra la luz de vivos colores que delicadamente ilumina los monumentos que nos encontramos a nuestro paso.

Centro del mundo

Quito está en el centro del mundo y lo sabe. Quizá por eso no hace esos aspavientos que otras pretendidas ciudades “mundiales” hacen. No le hacen falta rascacielos ni desproporcionados monumentos… solo necesita un camino que lleve precisamente al centro del mundo. A apenas 42 minutos de la ciudad está el monumento, una modesta pirámide, que certifica que es ese, y no otro, el punto en el que el mundo se divide entre norte y sur. Bueno… si hemos de ser sinceros, el monumento es tan humilde que realmente está a unos pocos metros de la verdadera línea del ecuador.

Hemos hablado de Quito como centro del mundo y nos faltaría hablar de lo que es el verdadero centro de Quito y quizá de toda Latinoamérica, su Plaza de la Independencia. El lugar donde ver y dejarse ver, el lugar donde se dio el grito que dio origen a la independencia… era un sitio en el que había una humilde fuente. Da qué pensar, un David contra un Goliat, pero un David fiel a sus orígenes, una plaza en la que la diosa Libertad es cercana y accesible.

Plaza de la Independencia

Como veis, todo en Quito es pura sencillez, hospitalidad, calidez… un lugar en el que una clase de español es tan cercana como una charla entre amigos.

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