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Imagínatelo.
Una noche de tormenta. Un castillo en mitad de un gran campo. Solo una forma de llegar a tu destino: andando. Sabes que tienes que parar en algún lugar para poder descansar y lo único que encuentras es un castillo al final del camino.
Poco a poco, y completamente empapado por la tormenta, llegas al puente levadizo que pasa por encima del foso. Llamas a la gran entrada con más miedo que vergüenza y te recibe una agradable recepcionista que te invita a pasar a su “encantador” hotel en Topas, Salamanca.
Lee este artículo en su versión en inglés aquí.
Se trata del Castillo Villanueva de Cañedo o Castillo de Fonseca, más conocido como el Castillo del Buen Amor (solo sus paredes saben qué ocurrió realmente para recibir ese nombre).
El castillo del siglo XV que hoy se ve es una construcción posterior a la fortaleza que ocupaba ese mismo terreno cuatro siglos antes. En los tiempos en los que esta imponente construcción aún era joven, la vida diaria en su interior giraba en torno a los guerreros que iban y venían entre batallas. Caballeros a lomos de sus caballos cansados por el camino y a los que había que refrescar en las caballerizas. Reuniones de reyes y de emisarios en sus salones y muchas más cosas.
Después de los Reyes Católicos o del Duque de Alba, sus dueños fueron los Fonseca, un famoso linaje de obispos. De hecho, se dice que el nombre del castillo se debe al romance que tuvo el obispo Alonso de Fonseca con María de Ulloa. Cuentan las malas lenguas que, como él era obispo y su amor debía ser secreto, ella murió de melancolía dentro de ese castillo. Y, por eso, su alma aún camina errante por los lugares en los que se movió en vida. Es a partir de este punto desde el que empieza la historia que de verdad nos importa
Actualmente, el Castillo del Buen Amor es un hotel salmantino que recibe tantos turistas como curiosos. Lo más inquietante está en que todos ellos coinciden en que hay un misterio encerrado en sus paredes de piedra. Algunos recepcionistas del hotel cuentan que, en más de una ocasión, han recibido llamadas del número de una de las habitaciones en las que no había nadie alojado. Llamadas en las que solo se escuchaba una respiración profunda, como de ultratumba.
Es más, no solo afirman que no había nadie en la habitación, sino que, pensando que pudiera ser una broma de mal gusto, tenían el teléfono desconectado para intentar evitar esas llamadas. Para sorpresa de todos, las llamadas siguieron llegando desde esa misma habitación, desde ese mismo teléfono… y con esa misma respiración.
Muchos de los huéspedes aseguran que, día y noche, se escuchan desde una habitación en concreto unos golpes continuos que resuenan por toda la estancia. Otros dicen, incluso, que han visto sombras de guerreros bajando las escaleras.
Este “encantador” hotel-castillo está abierto al público y siempre preparado para sus visitantes. Además, fue declarado Monumento Nacional en 1931. Lo único que tienes que hacer es visitar nuestra escuela de español en Salamanca y atreverte a pasar una noche en este hotel.
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